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Cuando Stallone y Gere casi se enfrentan por la princesa Diana

En una noche de los años 90 que parece sacada del guión de una comedia romántica, dos íconos del cine estadounidense, Sylvester Stallone y Richard Gere, estuvieron a punto de enfrentarse a golpes por la atención de una sola mujer: la princesa Diana. El episodio tuvo lugar en una fiesta íntima en la casa de Elton John, y fue narrado por su esposo, David Furnish, en el libro Dianaworld: An Obsession, del escritor Edward White.

La princesa ya estaba separada del príncipe Carlos y disfrutaba de su independencia. Stallone llegó con claras intenciones de acercarse a ella, pero al encontrarla en animada conversación con Gere, no tardó en perder la paciencia. Según Furnish, ambos actores fueron encontrados en un rincón, “aparentemente a punto de resolver sus diferencias con una pelea a puñetazos”. Stallone expresó su frustración con una frase que resume el tono del encuentro: “No me habría molestado en venir si hubiera sabido que el maldito Príncipe Azul iba a estar aquí”.

Este momento fue definido por Elton John como parte del “Efecto Diana”, una especie de hechizo que la princesa ejercía incluso sobre los hombres más famosos y seguros de sí mismos. No se trataba de una seducción deliberada, sino de una presencia magnética y empática que desarmaba a quienes la rodeaban.

Otro episodio confirma este magnetismo. En un almuerzo oficial en Londres, Stallone insistió en sentarse junto a Diana, pero fue ubicado junto a una niña llamada Tracy. Diana, con astucia y elegancia, desvió la atención del actor al preguntarle —con complicidad— si estaba casado, atribuyendo la curiosidad a su joven acompañante. Así desactivó el momento incómodo sin quebrar el protocolo.

Sin embargo, no todos sucumbieron al “efecto”. Uno de los vínculos más significativos de Diana fue con el cirujano Hasnat Khan, a quien conoció en 1995. A diferencia de los famosos que orbitaban a su alrededor, Khan no se mostró impresionado por su estatus, lo que, paradójicamente, aumentó su atracción. Su relación fue secreta, sencilla y profundamente emocional, una experiencia de intimidad que Diana no había logrado en otras relaciones.

Mientras su vida privada se llenaba de tensiones y deseos no correspondidos, su rol público crecía. En su famosa entrevista de 1995 con la BBC, Diana se autodefinió como la “reina de los corazones de la gente”, revelando su deseo de dar amor donde hiciera falta. Su magnetismo, sin embargo, también fue una carga: mientras iluminaba a otros, muchas veces se sintió sola en la oscuridad.

El triángulo con Stallone y Gere no fue solo una anécdota de celebridades. Fue una muestra del impacto emocional y simbólico que Diana ejercía, una energía que trascendía el protocolo real para tocar a todos por igual, desde las estrellas de Hollywood hasta los ciudadanos comunes. Su legado, marcado por esa mezcla de luz y vulnerabilidad, continúa cautivando décadas después de su muerte.

Fuentes varias

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