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A 22 Años de su Partida: Celia Cruz Nunca Superó el Dolor del Exilio

El 16 de julio de 2003, el mundo perdió a una de sus voces más icónicas: Celia Cruz, la inigualable Reina de la Salsa. A 22 años de su muerte, su legado musical y su inolvidable grito de “¡Azúcar!” siguen tan vigentes como el recuerdo del exilio que marcó su vida para siempre.

Nacida como Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso en el humilde barrio de Santos Suárez, en La Habana, Celia comenzó su carrera cantando desde niña y desarrolló un talento que la llevaría a recorrer el mundo. Su primer gran salto a la fama fue con la agrupación Sonora Matancera, con la que se destacó entre 1950 y 1965. Fue una pionera: la primera mujer negra con un lugar de liderazgo en la escena musical latinoamericana de su época.

Sin embargo, su carrera dio un giro cuando, tras una gira en México, la revolución cubana la sorprendió con el cierre de teatros, cabarets y libertades. Al regresar, el régimen castrista no le permitió la entrada. Así comenzó un exilio involuntario que duraría toda su vida. La pérdida más dura llegó en 1962, cuando no le permitieron regresar a despedirse de su madre moribunda.

Celia hizo de su dolor fuerza. Junto a su esposo y representante, el trompetista Pedro Knight, emprendió una brillante carrera solista. Grabó más de 70 álbumes, se presentó en escenarios como el Carnegie Hall, y colaboró con leyendas como Tito Puente. Se convirtió en un símbolo de la cultura latina en Estados Unidos, cantando salsa, son, guaracha y bolero con la energía única que la caracterizaba.

A pesar del éxito, su corazón siempre estuvo con Cuba. En 1990, logró pisar suelo cubano en la base militar de Guantánamo, donde recogió un puñado de tierra que más tarde sería sepultado con ella, cumpliendo así su deseo de volver, aunque fuera simbólicamente.

En 2002 le diagnosticaron un tumor cerebral. En lugar de retirarse, grabó su álbum final, Regalo del alma, con canciones como Ríe y llora. Su última aparición pública fue en un homenaje en Telemundo rodeada de figuras como Gloria Estefan y Marc Anthony. Falleció en Nueva Jersey a los 77 años, dejando un legado de música, resiliencia y alegría.

Celia Cruz no solo cantó para su pueblo; cantó por su pueblo, por su libertad, por su cultura y por su tierra. “No hay que llorar”, entonaba en La vida es un carnaval. Y así vivió: sonriendo, incluso cuando le dolía el alma.

Fuentes varias

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